La legendaria Yacumama

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Esta mítica serpiente gigante, es parecida a la anaconda, pero aún más grande, posiblemente mayor a cincuenta metros de longitud y con una cabeza de dos metros de ancho, y es ciega, por eso no le importa pasearse entre las aguas oscuras.

A través de su boca lanza enormes chorros de agua que le ayudan a derribar árboles para desplazarse cómodamente por tierra, y si se encuentra algún bocadillo a cien metros de distancia, es capaz de aspirarlo.

Sin embargo, llega un momento de su vida, quizá después de mil años, cuando alcanza cierto tamaño y peso que le dificulta moverse, entonces decide despejar un claro de la selva al pie del río para establecerse ahí permanentemente.

Deja su cabeza por encima del agua, esperando presas, usando su gran poder de atracción para hipnotizarlas con sus penetrantes ojos y cazarlas con facilidad.

Cualquier animal u hombre que pase cerca de ella perecerá, pues aunque alcancen a distinguir su cabeza y emprendan la carrera, ella se mueve cual centella, lo atrapa entre sus poderosas mandíbulas y lo traga, para después entregarse a un plácido sueño.

Así es la Yacumama, protectora de las aguas del Amazonas, una fuerza natural arrolladora, que caza durante las lluvias y cuyo alboroto se deja escuchar desde lejos; al desplazarse fuera del agua tumbando arboles a su paso, dando evidencia de su gran tamaño.

Veamos pues uno de los varios relatos de esta criatura legendaria:

En lo profundo de un bosque impenetrable por su exuberante vegetación, había un lago muy poco conocido por los que vivían en las proximidades de ese lugar.

Simulaba ser sumamente tranquilo, apacible, en suma, un remanso de paz; pero, lamentablemente era lo contrario. Así lo aseveraban quienes habían llegado a él, pues sabían que tenía «madre» y que ella celosamente cuidaba ese lugar, persiguiendo sin piedad al que por desgracia se atrevía a pescar en sus aguas.

Llegó cierto día un pescador que siguiendo el curso de un riachuelo desembocó en él; desde el primer momento que lo vio, se sintió feliz porque creía que era el primero en llegar y pensó: al fin podré realizar una «pesca milagrosa» en esta laguna olvidada, que debe estar llena de peces.

Infelizmente no fue así; al penetrar en el lago, lo primero que hizo fue ubicar un lugar para arrojar su tarrafa (red) y aunque se sentía intrigado por el movimiento del agua, siguió remando confiado; pero el vaivén continuo de su canoa, siguió preocupándole hasta que sintió que algo salía del fondo del lago.

Rápidamente volvió para averiguar qué era eso, y vio una terrible cabeza, suspendida a casi un metro de altura sobre la superficie del agua moviendo su monstruosa figura de orejas paradas y sacando su lengua puntiaguda.

Inmediatamente dio vuelta su canoa, metió su remo con fuerza hasta el fondo del agua para impulsarse mejor y en esos instantes apremiantes para colmo de males, notó que las plantas de la orilla venían a su encuentro, cerrándole el pase como si obedecieran a no sé qué designio; terriblemente asustado, giró su cabeza para ver que ocurría con la fiera y comprobó que ella le perseguía a toda velocidad.

En ese momento, aterrorizado levantó sus ojos al cielo y clamó ayuda a Dios, convencido que él no podía hacer nada para librarse con vida de ese monstruo lacustre. Y realmente, al parecer sus oraciones fueron escuchadas, porque inexplicablemente cayeron al lago cuatro sachavacas (tapir) peleando y mordiéndose como fieras, produciendo un tremendo ruido.

Ese terrible estruendo asustó a esa serpiente, que no era otra cosa que la terrible Yacumama, que velozmente se sumergió en su lago.

Incomprensiblemente, las plantas acuáticas también volvieron a su posición inicial y todo quedó en calma, pues hasta las sachavacas se escaparon percatándose de la horrible Yacumama.

El pescador que advertía estupefacto todo cuanto sucedía no quiso perder un segundo más, y se alejó de este fatídico lago, antes que la Yacumama le cerrara el paso nuevamente.

Lamentablemente no llevó ni un solo pez, porque «la madre» de esa laguna no quiso regalarle sus pacos, sardinas, sábalos, bujurquis, lizas y gamitanas.

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